martes, 7 de marzo de 2017

Un mundo de etiquetas

Hace unos días, enfrenté el último y más reciente encuentro con la discriminación.
Había solicitado un servicio, con anterioridad, crucial para cumplir con mis objetivos y no retrasar mi labor. Para mí, era obvio que podría darse algún inconveniente; entonces, volví a consultar, el día anterior, pero no recibí respuesta.
Como resultado, no alcancé mis objetivos. ¡Yo esperaba esa situación! Y no me causó ninguna frustración saber que eso sucedería tal y como fue.
En efecto, me dirigí a realizar el reclamo formal y a solicitar que, para la próxima, se tomara previsiones.
En ese momento, desde la puerta de la oficina -- y aclaro: Ese fue el único espacio que ocupé...--, fui recibido por el encargado general que, al darse cuenta que yo estaba en su puerta, me recibió con un "¿Sí?".
--Puedo afirmar que, si hubiera recibido un "¡Buenos días! Mi nombre es .... ¿En qué puedo servirle?", mi actitud habría sido otra.--
Me sentí ignorado y, a la vez, como algo molesto, para él. 
Al percibir esa apatía, mi intención fue manifestar, sin ocultar mi molestia, lo ocurrido y las consecuencias; pero, casi de inmediato, se ocupó de preguntar qué necesitaba, para la siguiente ocasión, interrumpiéndome repetidamente.
Conseguimos arreglar las diferencias, luego de pequeñas luchas como "la cantidad de años en lo mismo" o " utilizando palabras técnicas, no usadas en la realidad, que solo son vistas cuando se estudia los temas que nos mantenían discutiendo". Pero lo que yo solicitaba me fue negado, por razones de normas institucionales.
Lo extraño es que, cuando su asistente llegó y me saludó diciendo "¡Hola, -Etiqueta-! ¿Cómo va todo?", su trato cambió y de inmediato, con tono de jefatura y muy simpático, le ordenó que se me diera todo lo que, minutos antes, era prohibido por el reglamento.
Lo que queda claro es que debemos contar con las etiquetas correctas, para ser tratados de la mejor manera o, al menos, fingir o hacer creer que se tiene alguna.

jueves, 14 de mayo de 2015

Estereotipos.

¡A mí me parece gracioso!... Bueno: ¡Me parece frustrante!

¿Han ido a realizar trámites en entidades públicas y se han sentido como delincuentes?

Yo, constantemente, me siento echo a un lado, tal vez "estereotipado". Pero tengo muy claro que así lo percibo; que es es mi punto de vista, porque la mayoría de la gente se hace de la vista gorda ante este fenómeno social.

Me siento como en el cuento "El traje nuevo del Emperador", donde nadie quería ser rechazado o considerado tonto, entonces aseguraban poder ver el nuevo traje e inventaban distintos estilos y adornos, aunque en su interior sabían que el Emperador caminaba desnudo, por la calle.
¡Para mí, así funciona, hoy en día!

Las personas caen en las tretas de "creadores de moda e imagen" y deben seguir esas nuevas "normas". Lo extraordinario de esto es que ya es subconsciente el proceso de selección de imagen y nuestros cerebros determinan quién es peligroso, mendigo, exitoso o "ejemplo a seguir" según el "traje" que usen.

Pero cuidado: ¡Un traje de miles de colones no necesariamente indica que se es una persona honorable!

Tuve que, como siempre me sucede, aparte de ser rastreado en busca de armas letales, sacar todas las monedas, la billetera, el celular, mis dos memorias USB (llave maya es más práctico), abrir mi maletín y sacar mi computadora portátil y mis herramientas varias, en la entrada de un banco estatal-privado (ese término no existe, pero lo explicaré después). 

Eso es normal y lo acepto, pero, cuando casi me requisan como si fuera un "burrito portador de Droga", entra una muchacha, muy bien vestida -no formal- y con un maletín y el otro oficial de seguridad solo le pidió que abriera su bolso y la dejó pasar sin intentar detectar un arma.
¿Qué sucedería si esa muchacha fuera cómplice de alguien que sí fue requisado?

Como este caso, en todo lugar, la "pinta" no es lo de menos. Las personas se desviven por ser aceptados en grupos que se nutren de ostentación de lo que, la mayoría del tiempo, no se tiene. Es triste escuchar constantemente: "¡No tengo un solo cinco y esto está muy difícil!" Y más triste, cuando quien lo dice está estrenando un "carrito" de $100000.00

viernes, 8 de mayo de 2015

Viajar en bus

Ha sido diario, distinto a otros tiempos, usar un autobús, para movilizarme hacia mis clientes.

¡Siento tanta paz al viajar de este modo! Disfruto del paisaje; saludo amigos, que no veo frecuentemente; converso con personas que no conozco y creo nuevas amistades y contactos.

Aunque me desmiento un poco: ¡No siempre hay oportunidad de conversar! Es muy notable el estrés, en las personas y la apatía hacia los demás. ¡Cómo se ha perdido la confianza en la gente!

No espero que todos los que estén en el bus me saluden a viva voz, pero no estaría de más un "¡Buenos días, señor!" de parte de alguno de los pasajeros o de, al menos, el chofer.

Sí entiendo que todos tenemos muchos pensamientos, que hacen que divaguemos y que no nos interese lo que suceda a nuestro alrededor, pero era un buen hábito el detenerse y saludar cordialmente a quien fuera, conocido o desconocido.

Conversaba con uno de mis clientes que, ver a tantas personas viviendo en "su mundo", conectados con sus celulares a realidades "virtuales" y disfrutando de buena música, eso creo, y a todo volumen, nos ha convertido en individuos, literalmente.

Para mí, sigue siendo una experiencia muy gratificante, pero es extraño sentirse solo, aún estando el autobús completamente lleno.

domingo, 3 de mayo de 2015

Solo y desapercibido

Como es nuestra costumbre, los Domingos compramos el almuerzo para llevar o comemos fuera. Y esta vez, fuimos a comprarlo cerca de nuestra casa.

Sentamos el bebé en el cochecito y mi esposa y yo caminamos hasta el local. Fue estupendo disfrutar del sol, saludar a los vecinos y conversar, en el trayecto.

De regreso, con los paquetes, unas veces por la calle, otras por la acera, no dejábamos de conversar. Casi pasamos, dejando desapercibido, un pequeño extraño.

Estaba apoyado en una pared y nadie era capaz de observarlo. Era una enorme pared, solo para él. Las personas pasaban a su lado y él solo se movía unos milímetros. No se sentía cómodo con la gente cerca, pero esa gente no le producía temor.

¿Qué pensaba? Aunque muchos creen que él no piensa.

A mí, me pasaba por la mente: "¿Está lejos de su casa? ¿Está descansando, para seguir la búsqueda de un nuevo hogar?"

¡Fue un gusto conocerlo! Mi esposa nunca había conocido a alguien así y él nos permitió tomarle unas fotografías, para que mi hijo mayor lo conociera.

Cuando estábamos a su lado, otra familia se acercó y les parecía raro que tomáramos fotografías a una pared. Al verlo, lo primero que sintieron fue miedo, porque nunca habían visto a nadie con ese porte. Pero fue poco el tiempo, para que su miedo se convirtiera en asombro. Lograron ver que era distinto, pero muy tranquilo. No era una amenaza (como se nos ha enseñado erróneamente, desde niños).

Ya era suficiente el descanso y eran muchas las personas a su alrededor: ¡Voló! Y como si se despidiera, se acercó a cada uno de nosotros. Luego se elevó y se marchó.